2.07.2006

El escándalo de las caricaturas del profeta Mahoma

En septiembre pasado y en medio de un ambiente enrarecido (xenofobia y aumento de los grupos autodenominados de ultraderecha) un periódico danés, desconocido a nivel internacional, publicó doce caricaturas de escaso valor pictórico -y me atrevo a decir que también de escasa capacidad histriónica- del profeta Mahoma.

El 29 de enero, luego de cinco meses, y después de manifestaciones en Dinamarca y de que el premier danés Fogh Rasmussen respondiera bruscamente con una negativa a los requerimientos musulmanes para que su gobierno repudiara los dibujos, amparándose en una ilimitada libertad de prensa, el asunto pasó a mayores.
Arabia Saudita retiró a su embajador y lo mismo anunciaron Siria y Libia. Retirar un embajador es una medida extrema que significa que se termina o, por lo menos se interrumpe el contacto entre dos estados. Con el retiro de los embajadores, los dibujos de Jyllands Posten que apenas habían saltado la frontera hasta la vecina Oslo (publicadas por la revista noruega Magazinet) adquirieron presencia internacional.
Fueron reproducidas por una gran cantidad de medios de comunicación europeos, salvo en Gran Bretaña, donde los periódicos renunciaron voluntariamente a su publicación y el ministro Straw (el delfín de Blair) las condenó.
Algunos analistas hacen ver que la oportunidad con que se publicitaron las caricaturas tiene relación con la mala situación interna en que se encuentran varuos gobiernos del mundo islámico. Estaríamos frente a la vieja táctica del enemigo externo, que se emplea para distraer la atención, tender una cortina de humo sobre los problemas en el interior y ganar la apreciada cohesión frente al enemigo que procede de fuera.

En mi opinión, los dibujos nunca debieron haber sido publicados en la prensa. Los medios no pueden burlarse, ni tampoco les está permitido herir los sentimientos religiosos de los fieles, sean cristianos, judíos, musulmanes, budistas, etcétera.

Los medios europeos han apelado a la libertad de prensa que -según ellos- sería ilimitada. Sin embargo, me parece que, como dijo la canciller alemana Angela Merkel, la libertad de prensa es un componente indispensable de la democracia y también la religión es un bien muy alto.

Los alcances de la representación gráfica y satírica del Profeta -a quien, de acuerdo al Islam, no está permitido dibujar-, no pueden haber pasado desapercibidos a los ojos de los periodistas de Jyllands Posten y de los demás medios europeos que reprodujeron las caricaturas.

Es más, según algunos, Jyllands Posten -que se disculpó, a mi modo de ver, sin muchas ganas y con más ánimo de justificación- tuvo una intención política clara.

En Politiken de Kopenhagen se leía el 2 de febrero que el deseo de integrar a los musulmanes a través de su ridiculización no fue una apreciación errónea de la realidad meramente casual. Fue más bien un riesgo periodístico en el ambiente muy viciado de lo que se denomina la discusión danesa sobre los extranjeros.

Distinta habría sido la reproducción de algunas de las caricaturas con fines informativos. La publicación de todos los dibujos es también un tema problemático, pues sobrepasa la eventual finalidad meramente informativa.

Es evidente que la reacción de algunos sectores dentro del mundo árabe dista mucho de una suerte de protesta pacífica: quemar embajadas, matar a cristianos en las Filipinas, secuestrar ciudadanos de los países cuyos diarios reprodujeron los mentados dibujos es altamente condenable.

Como aclaró el Vaticano el sábado pasado, las ofensas causadas por un individuo o por un órgano de prensa no pueden ser imputadas a las instituciones públicas del país correspondiente, ni tampoco a los individuos del país en cuestión. De ninguna manera se puede recurrir a la responsabilidad colectiva.

Si alguien hubiese escuchado las voces que, de uno y otro lado, llamaban a la moderación y a no intentar apagar el incendio con la manguera de la bencina, todo habría sido distinto.

Sin embargo, todavía estamos a tiempo. El ex-premier sueco Carl Bildt asegura que aún se puede sacar algo bueno de esto: los musulmanes, pueden comprender algo más sobre la libertad de prensa irrestricta que impera en Europa occidental y nosotros, a comprender y respetar la sensibilidad y la sabiduría religiosa de otros pueblos.


El escándalo de las caricaturas del profeta Mahoma